octubre 04, 2008

La política mata, la música salva

Libertad para los presos políticos: Manu Chao

Víctor López Jaramillo

En medio de las neonatas sombras nocturnas, la hilera de rostros resistía las caricias del viento gélido de otoño. Las palabras y las consignas se habían gritado horas antes en la marcha, ahora era momento para que las notas musicales hicieran su labor. En un 2 de octubre curado de amnesia, Querétaro vivió su cuarta manifestación del día, donde paredes de sonido pedirían libertad para los presos políticos y le recordaría que la mentira es la madre del desengaño y que con represión no se gobierna. Manu Chao fue quien encabezó la protesta musical.

En este 2 de octubre de 2008, la primera manifestación fue de los maestros, la segunda ola fue de estudiantes universitarios, la tercera ola de políticos presuntamente de izquierda; todas recordarían la matanza de Tlatelolco, cada una incorporó nuevas demandas acordes a los tiempos del otoño del neoliberalismo.

Esperando la última ola y desengañados de la primavera por tanta mentira de la clase política, un mar de rostros mostraba la diversidad que convocaba tan singular protesta. Separados en dos filas de acuerdo al género, hombres y mujeres esperaban pasar por la exhaustiva revisión de la seguridad privada para acceder al concierto de Manu Chao.

Símbolo de resistencia del altermundismo, Manu es testigo privilegiado del acontecer de los eufemísticamente llamados “países emergentes”, los cuales recorre desde hace más de 20 años y absorbe su cultura creando un nuevo mestizaje musical.

Manu Chao en los años ochentas con su banda Mano Negra abrió un nuevo camino musical, que seguirían Maldita Vecindad y Café Tacuba en México, Los Fabulosos Cadillacs en Argentina, entre otros. En la segunda mitad de los noventas, tras la disolución de la banda, emprendió su camino en solitario, a convertirse en un clandestino del mundo musical y un mensajero musical del zapatismo y el altermundismo.

Ese es el libertario músico de origen francoespañol que en el 40 aniversario de la matanza de Tlatelolco, convocó a 5 mil personas en el auditorio nombrado en honor de la también libertaria Josefa Ortiz de Domínguez.

Ciudadano del presente y perdido en el mundo, como se autodefine, Manu comenzó el mitin musical cuando el reloj marcaba poco más de las nueve de la noche. Tras un rítmico preludio, la canción Panik, Panik abrió el recital. Le siguieron El hoyo, Peligro, Me gustas tú, La primavera, entre otras.

Apenas se apagaron las luces, la mariguana que se pasó de contrabando salió de los escondites y su humo pobló la parte media del auditorio. Al frente, los más aferrados al slam hacían presión en la valla frontal, quedando cara a cara con los de seguridad privada que con mala cara miraban a los manuchauceros.

Y empezaron los aplausos sincopados y los brincos desaforados y los bailes de sello propio. El ballet de los que sobran en el otoño del neoliberalismo hacía cimbrar al auditorio.

A medio concierto, Manu Chau fue de la euforia a cantar con rabia que nace de la tristeza y la impotencia, y dijo que dedicaba la canción la canción Politik kills, incluida en su nuevo disco de estudio La Radiolina, “al mayor terrorista del mundo: el presidente de Estados Unidos, George Bush”.

Tras entonar canciones del disco Clandestino, Manu dijo que pedía libertad para los presos políticos de Atenco y Oaxaca. En el escenario, una bandera mexicana compartía lugar con una imagen del Che Guevara y otra manta que reiteraba su mensaje de libertad para los reos de conciencia.

Tras recibir de regalo una playera de los Gallos Blancos, Manu siguió con su ritmo frenético. En su primera visita a Querétaro, dijo que llevaría este concierto en el corazón – es de suponer que eso dicen todos los artistas- y para cerrar con broche de oro tocó su propia versión de la canción ranchera Volver, volver, que causó azoro en más de uno, júbilo en otros e indiferencia en el resto que sólo quería ritmo para seguir bailando.

Madjid, el guitarrista de la banda, se movía más que un niño hiperactivo sin ritalín, pedía más aplausos, y de sus dedos comenzaron a fluir las viejas canciones de la etapa de Mano Negra, que provocaron que nuevamente los manuchauceros besaran el cielo.

Mala Vida, King of Bongo y Sidi H'bibi, prolongaron el concierto. Musicalmente cerraría con la canción homenaje a Maradona, Vida Tómbola y políticamente Manu y su banda mostrarían una manta que estudiantes le habían lanzado momentos antes y que hacía alusión al 2 de octubre y que decía “¡Por los que murieron el 2 de octubre, no un minuto de silencio, sino una vida de lucha y resistencia!”.

Después de todo, frase acorde con la filosofía de Manu Chao que dice que “la resignación es un suicidio permanente”.

2 comentarios:

herloz@gmail.com dijo...

Muy bien Vittorio, la envidia que siento es por no estar a dos pasos del cantor, pero hasta el culo del auditorio yo tuve la mejor compañía del universo y la atmósfera de humo de juana me permitió verte perdido en la mutitud con tu sonrisota de hombre niño, y sin que tú me vieras.

Saludos

HL

Unknown dijo...

Víctor, también envidia. Te he escrito varios comentarios pero, como el nombre de tu blog, casi he naufragado en la red.
Escuchar a Manu Chao debe ser increíble y recomendable para renovar el gusto por las buenas cosas de la vida.
Saludos.
Hilda